
Miércoles Santo: La traición de un discípulo
En la profunda solemnidad de la Semana Mayor, el Miércoles Santo resalta como un día cargado de un sentido sombrío. Es justo en esta fecha cuando la tradición cristiana rememora uno de los sucesos más cruciales de la Pasión de Cristo: el engaño de Judas Iscariote. Siguiendo el relato de las Sagradas Escrituras, este momento nos lleva a la antesala de los eventos que culminarían con el sacrificio en la cruz, marcando un punto de inflexión en la vida de Jesús y en la historia de la fe cristiana.
La lectura del Evangelio de Mateo (26, 14-25) nos sumerge en el ambiente tenso y complejo de aquel instante. Mientras Jesús compartía la espera de la Pascua con sus doce discípulos, pronto daría a conocer la traición de uno de ellos. Los versículos iniciales narran el encuentro entre Judas Iscariote y los miembros del Sanedrín, el tribunal religioso judío más importante, llevado por una ambición egoísta, Judas se ofreció a entregar a su maestro a cambio de treinta monedas de plata, una cantidad que simbolizaría la deshonra y el precio del engaño.
“Entonces, uno de los Doce, de nombre Judas Iscariote, se dirigió a los principales sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me darán si se lo entrego? ” Y ellos le asignaron treinta monedas de plata. Desde ese momento, andaba buscando la ocasión propicia para entregarlo” (Mt 26, 14-16).
Estas palabras resuenan con la gravedad de la decisión de Judas, un acto que puso en marcha el plan para arrestar y, al final, matar a Jesús. Mientras el apóstol cerraba su trato de engaño, el Hijo de Dios, no muy lejos de allí, vivía momentos de angustia, consciente del destino que se acercaba, según reseña Aciprensa.
Los relatos evangélicos también nos colocan en Betania, donde Jesús se encontraba hospedado en casa de Simón el Leproso. En este contexto, se cuenta la emotiva escena en la que una mujer unge los pies y la cabeza de Jesús con un costoso aceite de nardo. Este acto de devoción, visto por algunos discípulos como un despilfarro innecesario, muestra la profunda conexión espiritual entre la mujer y Jesús, contrastando fuertemente con las oscuras intenciones que ya habitaban en el corazón de Judas.
Según los evangelios, la crítica de Judas a este gesto no nacía de una genuina preocupación por los pobres, sino de su propio deseo de quedarse con el valor del perfume. Este episodio destaca aún más el contraste entre la entrega generosa y el amor incondicional de algunos discípulos de Jesús, y la codicia que guiaban las acciones del traidor.
La Ultima Cena
Aquello que Judas había tramado en el Miércoles Santo tomaría forma al día siguiente, justo cuando se llevaba a cabo la Última Cena. Fue precisamente en ese ambiente tan cercano donde Judas encontraría la ocasión perfecta para llevar a cabo la traición. La señal que había acordado con los líderes religiosos era muy clara: “Aquel a quien yo bese, ése es; deténganlo” (Mateo 26:48).
Después de ese beso, Jesús fue capturado y presentado ante Poncio Pilato, el gobernador romano, quien finalmente lo condenaría. Los Evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan nos indican distintos puntos de vista sobre lo que ocurrió después de la traición, pero todos concuerdan en que este Miércoles Santo fue cuando el proceso de la Pasión comenzaría.
Por todo esto, el Miércoles Santo es reconocido por muchos como el «inicio del duelo de la Iglesia». Es un momento para pensar en lo débiles que somos, en lo fuerte que puede ser la tentación y en las consecuencias de la traición. En las comunidades cristianas de todo el planeta, este día se vive con meditación, rezos y procesiones recordando el sacrificio de Jesús y la oscuridad que antecedió la luz de la Resurrección.