
Juana I de Castilla: Más allá de la leyenda de «La Loca»
El 6 de noviembre de 1479, en la ciudad de Toledo, nació Juana de Trastámara una joven con una vida que se entrelaza de manera directa con la historia de España. Hija de los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, esta figura de la realeza estaba destinada a un futuro marcado tanto por alianzas políticas como por tragedias personales que transformarían su influencia en el poder, según reseña NationalGeographic.com
La vida de Juana estuvo marcada por una educación especial, digna de alguien perteneciente a la realeza. Su destino sería convertirse en una pieza clave en las alianzas dinásticas de Europa. Sin embargo, para entender esta historia debemos retroceder hasta 1496, en esta época contrajo matrimonio con Felipe el Hermoso, archiduque de Austria e hijo del emperador Maximiliano I, este hecho consolidó una poderosa unión entre la Casa de Trastámara y la Casa de Habsburgo. De esta unión nacieron seis hijos, entre ellos el futuro emperador Carlos V, una de las figuras más importantes del siglo XVI.
Tras la muerte de sus hermanos y su madre se convirtió en la heredera de la Corona de Castilla. Sin embargo, su ascensión al trono estuvo marcada por la tragedia. El fallecimiento de su esposo Felipe en 1506 llevó a la protagonista de esta historia a un profundo duelo que se interpretó como una muestra de inestabilidad mental. Según la narrativa, el dolor que representaba perder el padre de sus hijos la llevó a transportar el féretro por toda Castilla, en un momento que creó la leyenda de su supuesta locura.

La estrategia del poder
La supuesta inestabilidad de Juana fue utilizada por su padre, el Rey Fernando y el futuro emperador Carlos V para despojarle de sus derechos al trono. En 1509, fue recluida en el Palacio Real de Tordesillas, una prisión de la que nunca saldría. Vivió allí durante casi 50 años, completamente aislada de la vida pública.
Por su parte, los historiadores modernos han revelado que, tras la falta de pruebas concluyentes sobre una enfermedad mental grave, han concluido que su «diagnóstico» fue una estrategia para permitir que su padre y su hijo ejercieran el poder en su nombre. Juana I no fue una reina loca, sino una mujer sensible, víctima de las intrigas y ambiciones de su propia familia.
La historia de Juana I de Castilla demuestra la compleja relación entre la historia, la enfermedad y el género. Su figura, que durante siglos fue un símbolo de una supuesta locura, ha sido reivindicada como la de una soberana cuyo único problema era demostrar sensibilidad y dolor ante las tragedias personales, una realidad que le otorgo el título de “Juana la loca”.
