Viernes de concilio: Compartir el dolor de María durante la Semana Santa

Viernes de concilio: Compartir el dolor de María durante la Semana Santa

El aroma de incienso y flor de azahar ya forman parte del ambiente, indicando que se acerca una de las fechas más esperadas por los creyentes: la Semana Santa. Para muchos, estos días de fiesta religiosa son más que un simple descanso, para algunos esta celebración se convierte en el momento donde la iglesia católica recuerda la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Pero más allá del Domingo de Ramos, que marca el inicio de la Semana Santa, y de la solemnidad del jueves y Viernes Santo, hay una fecha que, aunque menos conocida, tiene un gran significado para muchos creyentes: el viernes de Dolores.

Este día, también llamado Viernes de Pasión en algunos sitios, nos invita a pensar en María, la madre de Jesús, y en su gran sufrimiento durante la Pasión de su Hijo. No es solo un recuerdo del pasado, sino una conexión personal con el dolor de una madre que ve cómo su hijo sufre el dolor, la tortura y, al final, la muerte. Es hacer más humana la historia de la Biblia, intentar entender y sentir la angustia de María ante el destino de su hijo, según catholic.net

Sus origines

La costumbre de recordar el dolor de la Virgen María viene de los inicios del cristianismo, desde el principio, la Iglesia ha reconocido la importancia de la madre de Jesús y su gran participación en el misterio de la Redención. Su dolor se transforma en un espejo en el que vemos reflejadas nuestras propias pérdidas y sufrimientos.

Sin embargo, la celebración concreta del viernes de Dolores tardó en establecerse. Fue en el siglo XV cuando el Papa Benedicto XIII hizo oficial su conmemoración el viernes antes del Domingo de Ramos, dando inicio a una tradición popular que se hizo muy fuerte con el paso de los siglos. La imagen de la “Virgen Dolorosa”, con su cara triste y su corazón herido por siete espadas, se convirtió en un símbolo importante del sufrimiento de la humanidad de María.

Según transcurría el tiempo, la Iglesia consideró necesario reservar una fecha concreta para la Virgen de los Dolores, separándola de la cercanía de la Pasión. De esta manera, en 1814, el Papa Pío VII fijó el 15 de septiembre como la fiesta litúrgica de la Virgen de los Dolores, justo un día después de la Exaltación de la Santa Cruz.

Aunque esta se destacó en el calendario litúrgico, el viernes de Dolores aún conserva una fuerte tradición popular en bastantes lugares del mundo, en este día, varias hermandades organizan procesiones en honor a la Virgen Dolorosa, recreando en las calles la tristeza y la meditación que anticiparon la Pasión de Cristo. Las figuras de la Virgen, vestidas de negro, desfilan por las calles en medio del silencio de los creyentes.

Para muchos, esta jornada supone una ocasión para la meditación, para conectar con el aspecto más humano y frágil de la fe. Es un instante para acordarse de los que padecen, para brindar consuelo y para descubrir en el dolor de la Virgen un modelo de optimismo en plena dificultad.